Con la llegada de un bebe, los primeros tres meses las noches son cortadas, y cuando por fin puedes descansar toda la noche, necesitas cada una de esas horas de sueño para recargar las baterías necesarias para seguir al pequeño ser que, primero gateando y después con inestables pasitos, intenta llegar a todas partes. El primer año es maravilloso, pero, ¡muy agotador! Por eso cuando nos llegó la invitación de la boda de una amiga en el DF, justo después de festejar su primer cumpleaños, los dos pensamos ¡perfecto! Un escape más que necesario.
Viví siete años en el DF, una gran experiencia con tantos recuerdos como para llenar un libro, así que lo llené y lo llamé “Extranjera en mi País”. Donde relato como una norteña viviendo en el DF llega a sentirse como extranjera, al encontrar en aquella gran urbe tantas diferencias a su pequeña ciudad de origen. También describo la magia y encanto de esta macro cuidad, y son estas emociones las que siempre vienen a mi mente cuando pienso en la hermosa gran Ciudad de México.
La gran mayoría de los foráneos cuando visitan la ciudad capital piensan en quedarse en zonas como Polanco, la Condesa o Santa Fe por ser zonas consideradas más seguras. Pero al enterarme que la boda sería en el Casino Español, en pleno centro histórico pensé ¿Por qué no quedarnos en el centro?. Y no solo nos quedamos en el centro sino ¡en el Zócalo! ¡No! No formamos parte de ninguna manifestación durmiendo en una carpita. Bueno, fue frente al Zócalo, en el histórico “Hotel de La Ciudad de México”. En cualquier otro relato de algún “escape” nombrar el hotel sería un dato irrelevante, pero en esta ocasión, el hotel fue parte esencial de la experiencia. Porque en todos los años que viví en el DF jamás había caminado en el centro de noche, salía de allí antes de que se pusiera el sol por miedo a la inseguridad. Pero ahora, con gusto descubrí que hay mucha seguridad, ves policías en cada cuadra. Y de noche el panorama cambia completamente. Los edificios antiguos, ya sin la distracción de las vendimias en el primer piso, sin los mares de gente que inundan las calles y banquetas, lucen el esplendor de las épocas cuando fueron construidos, haciéndote soñar como fue la vida en aquellos años.
Caminando de noche por el centro histórico
La aventura comenzó desde que veníamos del aeropuerto, en el radio del taxi se escucha el reporte vial “las calles del centro comienzan a saturarse por la apertura de la feria de las culturas amigas en el zócalo” el taxista con mirada desesperanzada nos ve por el retrovisor para decirnos “ mmmmm haber si entramos” . Tengo que darle crédito porque hizo el esfuerzo y nos dejó a cuadra y media. Y ahí vamos, yo que siempre le tuve tanto “respeto” al centro, cuando iba no llevaba ni bolsa, solo el dinero que pensaba usar en el pantalón, sin nada más, ni aretes, reloj, pulseras ¡nada!. Y ahora, allí estábamos el par de turistas con bolsón de viaje (con pasaportes etc.), anillos de bodas, medallita de la virgen del Carmen a quien invoqué para que nos cuidara en el trayecto, jalando las maletas desde Catedral rumbo a la calle 16 de Septiembre.
Vitral Tiffany del Hotel de la Ciudad de México
Al día siguiente desperté sin estar segura si era real o solo un sueño. Las campanadas de Catedral seguidas por las notas de un organillero lo confirmaban ¡despertaba en el corazón de mi país! La torre Latinoamericana, Bellas Artes, La casa De Los Azulejos, todo aquello quedaba a distancia caminable ¡sin tener que sufrir el tráfico defeño! Al caminar por las calles del centro, descubres que cada una de esas casonas tiene tantas historias que contar. Como al pasar por la calle de Moneda, puedes leer en la placa de una casa, que en 1539 había estado allí la primera imprenta en Latinoamérica.
Vista de Bellas Artes desde el Sanborns de Los Azulejos
Para mi ¡las mejores enchiladas Suizas son las de Sanborns!
Llego el día de la boda, la alegría de poder compartir con una querida amiga un día tan especial, el celebrar y bailar sin el pendiente de que la niña nos despertaría a las ¡6:30 de la mañana!
Boda en el Casino Español ¡Hermosísimo!
Despertar tarde al día siguiente, y terminar de aprovechar el día porque ya era el último. Y aunque habían sido cuatro días muy bien aprovechados, eran los suficientes porque ya comenzaba a extrañar a mi pequeña, a quien recordaba con cualquier personita que veía de su tamaño. Intenté quitarme el remordimiento de conciencia por haberla dejado esos días comprándole un vestidito típico ¡tengo que transmitirle el orgullo de su origen Mexicano!.
Regresé con unas inmensas ganas de abrazarla y comerla a besos, y con una renovada energía que me hicieron valorar y darme cuenta lo feliz que soy de regresar a mis labores de mamá y ama de casa. Así que, si te encuentras en una situación similar, agotada por tu peque, te recomiendo que organicen una escapada, no tiene que ser a otro país, puede ser algún lugar cerca, pero eso si ¡bien desconectados! Porque no solo somos madres, también esposas, mujeres y necesitamos un descanso de vez en cuando. Saludos