Hace más de diez años descubrí mi fascinación por plasmar mis sentimientos en líneas, escribiendo, en aquel entonces, situaciones cotidianas que vivía, como mi descontento por la presión que ejerce la sociedad en la mujer soltera, dándome como resultado mi primer libro “Soy Feliz, Soy Soltera”. No, no es un libro feminista que está en contra del matrimonio, al contrario, habla de cómo una soltería bien vivida, sin presiones, sin amarguras, puede llevarte a una buena elección de pareja. Quizás tenía razón, pues después de una bien aprovechada soltería, apareció quien ahora es mi esposo y padre de mi hija. Ahora “Soy ^aun más Feliz, Soy Soltera MAMA”
Mucho a cambiado desde aquellos días cuando podía desvelarme escribiendo hasta la madrugada. Ahora me despierto (o mejor dicho mi sueño es interrumpido por un llanto) a la hora que en aquel entonces me iba a la cama. Pero el sentimiento que me provoca el sentarme a escribir sigue siendo el mismo. Por eso una vez más me encuentro frente a una página en blanco que me intimida, me reta, me hace cuestionarme ¿Quién leerá estas líneas? Quizá nadie, o tal vez alguien más que se encuentra como yo, descubriendo la gran aventura de ser mamá. Y ¿quién soy yo para hablar de esto? Si no soy una experimentada mamá (como mi suegra que tiene 11 hijos) solo tengo una y pocos meses de aprendizaje. Pero no es mi experiencia lo que me lleva a plasmar estas líneas, sino mi falta de ella, pues como toda madre primeriza siento miedo, ilusión y una gran responsabilidad por la vida de esta personita que algún día (espero que muy pronto) me llamara “mamá”.
¡Mamá! ¿yo? La lleve en mi vientre por nueve meses, preparándome en este tiempo leyendo “What to Expect When You‘re Expecting”, seguía su desarrollo semanal en Babycenter.com, tome junto a mi esposo una “clase para padres” en el hospital, pero cuando por fin la tuve en mis brazos, sentí que nada de eso me había preparado para su llegada. Aquel ser tan frágil e indefenso dependía de mi para sobrevivir ¡que susto!. Tenía miedo a todo, a que se me fuera a caer, a que se ahogara tomando leche, a bañarla, cortarle las uñitas, ¡llevarla a vacunar! ¡pánico! Si ella lloraba, yo lloraba también, ¿Cómo sabría lo que tiene la niña?. La respuesta, me la dio el tiempo, al irnos conociendo poco a poco; ahora sé que tratándola con todo el amor y cuidado no pasa nada (a lo que no creo poder acostumbrarme nunca es al pinchazo de las vacunas) Y no es que ahora sea una valentona sin miedo a nada, solo que, como se teme a lo que no se conoce, al irnos conociendo, voy soltando aquellos miedos, lo malo es que también, voy agregando nuevos: ¿Cómo se educa a un hijo? me pregunto mientras sorprendida veo su gran potencial dramatúrgico cuando hace berrinche, o ¿estaré estimulándola lo suficiente? Cuando me impresiona con las nuevas gracias que va aprendiendo cada día. Pero mi mayor duda quizás es ¿Cómo saber si estamos haciendo un buen trabajo como padres?, no hay libro, ni nadie que tenga la respuesta, pues existen infinidad de estilos de crianza: padres aprehensibos «¿como es posible que no bañes a tu bebe con agua de garrafon?, otros más relajados «¿como? ¿lo bañas con agua purificada? ¡si lo purificado se quita en cuanto toca la tinita y de todas formas va a probar el jabon», estrictos «el niño debe saber quien manda» o “Let it be” «aquí el que manda es el bebe». Ademas, cada niño es distinto, así es que no puede haber un manual preciso que aplique para todos.
Pero cuando mi esposo y yo estamos abrazados viendo a nuestra hija jugar, al verla sonreír, pensamos: quizás no lo estamos haciendo tan mal.
Acompáñame en esta gran aventura de ser mamá, y ahora “bloggera”, quiero saber de ti déjame tus comentarios, saludos y hasta la próxima entrada.